Un año después de aquellas inolvidables jornadas que han pasado a la memoria de todos como “Movimiento 15 M”, es obligado hacer un análisis reflexivo sobre lo que supuso este fenómeno social y las consecuencias que aquellas rachas de aire fresco conllevaron para una convulsa, doliente y adormecida sociedad como que recibió aquel aluvión de entusiasmo popular con tanta incredulidad como expectación y, sobre todo, con un enorme caudal de esperanza.
Un año después de aquellos acontecimientos que polarizaron la atención nacional e internacional, dos éxitos hay que reconocerle, en justicia, al “Movimiento 15 M”: por un lado, que se siga hablando de él, y por otro, que con todos sus errores, carencias e ineficiencias, haya sobrevivido más allá de aquellas primeras semanas de éxtasis y ebullición.
Como participante activo que fui en aquella gigantesca Asamblea en que se transformaron las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, siempre recordaré la alegría del encuentro que representó este acontecimiento en medio de aquel magma de solidaridad y cooperación donde lo esencial fue una convivencia con la que quedó palpable que el colectivismo forma parte inherente y consustancial del ser humano.
Nunca, hasta entonces, había imaginado el que tan amplias y heterogéneas capas de la sociedad, fueran capaces de una demostración de poderío cívico tan colosal, departiendo sobre cualquier tema, más allá de la edad, apariencia o convicción, en un espacio abierto y participativo tan impactante que, hasta los más incrédulos y reaccionarios, se acercaron para comprobarlo; y todo ello, pese a la crónica apatía de que venían adoleciendo las masas debido, principalmente, a la intoxicación con la que los resortes del poder han venido depravando a la juventud a través de las drogas y del alcoholismo, que curiosamente, brillaron alli por su ausencia como si nunca antes hubieran existido.
No es el momento de indagar sobre los oscuros y, a día de hoy, todavía nada claros orígenes de tan explosiva activación popular, ni de quiénes fueron sus ideólogos intelectuales ni de tampoco por qué fue aquel el momento elegido, pero sí daré fe de las sospechas, nunca aclaradas del todo y que siempre estuvieron presentes pese a mi euforia inicial, sobre cómo pudo organizarse espontáneamente un evento de tanta envergadura y la inusual atención dispensada por los medios de desinformación oficiales que siempre manipulan, cuando no ignoran, cualquier atisbo de protesta popular.
Un año después de todo ello, es el momento del análisis y de la reflexión.
Lo que el “15 M” supuso, principalmente, fue la revitalización, sin precedentes, del asambleísmo y, en consecuencia, la recuperación del gusto por participar en los asuntos políticos, falsamente atribuidos a la incompetencia de la funesta y detestable casta política; supuso, asimismo, un maravilloso canto a la capacidad autogestionaria de los asambleístas, capaces de resolver todos los problemas desde la lógica, el apoyo mutuo, la cooperación y la creatividad fecunda; y, finalmente, representó un meritorio intento de erigir a la democracia directa, aunque sin conseguirlo, como forma esencial de autogobierno de los propios seres humanos.
También relanzó la dimensión social de las gentes, tan acostumbradas a gestionar sus vidas desde el egocentrismo más lacerante, comprendiendo, como por arte de magia, que nadie de los allí presentes parecía extraño ni ajeno, abriendo sus mentes, desde unos valores éticos que parecían haber olvidado, a una dimensión nueva presidida por la receptividad y la entrega desinteresada, al tiempo que hacía posibles relaciones e intercambios, hasta entonces impensables, con el consiguiente enriquecimiento mutuo y potenciación de la autoestima de cada cual, convirtiendo en habituales las discusiones sobre cuestiones reservadas, para desgracia de todos a los despreciables y trasnchados profesionales de la política.
Pero tan idílico despertar del sueño de la indiferencia, facilitado por el entusiasmo contagioso en medio de un escenario donde la horizontalidad fue la estrella principal, no podía perdurar en el tiempo, sino estaba fundamentada en ideas impulsadas por la necesidad ineludible de transformación integral de la persona; y, en eso, el “15 M” carecía de ideas claras, y por eso también, el “15 M” quedó tan sólo en un sueño primaveral, tan hermoso como inconsistente.
Un movimiento tan variopinto como éste, que hasta los sociólogos fueron pillados a contra pie, aglutinó en torno a sí errores de bulto, tales como el simplismo mental, el infantilismo y la pobreza intelectual generalizada,muy lejana de la recuperación autogestionaria del saber popular; la carencia de una estrategia programática y de objetivos que, un año después, sigue siendo su lastre y que lo ha descabalgado interiormente;yla inexistencia de cauces con que canalizar un inicial voluntarismo que, a base de infinitas reuniones asamblearias que no han conducido a ninguna parte, ha terminado dilapidando, entre el hastío de muchos y el abandono de no pocos, la rabia y la indignación, que terminaron perdiéndose en el vacío.
El movimiento “15 M” que, por su falta de estrategia política nunca derivó en organización, al igual que otras muchas formas de actuación social, se ha perdido en medio de mil y una reuniones y asambleas que han terminado desdibujando la propia naturaleza de éstas, en un mar de comisiones inútiles, así como en un inacabable desfile procesional en manifestaciones que no han sido servido más que para perder el tiempo, mientras los unos y los otros, siguen obviando, sin embargo, la clave de toda movilización verdaderamente revolucionaria: la acción.
Ha llegado el momento de actuar, de hacer, de ponerse en marcha, de dejar sólo de hablar; ha llegado el momento de poner en acción toda clase de propuestas tendentes a la autogestión de cualquier aspecto de la vida personal y colectiva, desde la rigurosidad pragmática y no meramente utópica; ha llegado el momento de reunirse sin publicidad, clandestinamente, es decir, sin luz y taquígrafos, o sea, sin convocarnos a través de redes sociales (otra de los grandes potencialidades prácticas del “15 M”, aunque ignoren que están controladas desde que las inventaron), y, a través del boca a boca (en tanto no estemos infiltrados) o en clave, a partir del momento en que nos veamos observados por esos “topos” que no han dudado en infilitrar en los momentos más álgidos del movimiento.
El principal error del movimiento“15 M” ha sido haber desetimado el valor de la acción, en favor de retóricas absurdad, así como haberse parapetado detrás de inocuos, vehementes y estériles discursos pacifistas, confundiendo, quiero creer que por ignorancia, lo público con lo estatal, sin plantearse, ni de lejos, pasar a la acción directa, sencillamente, porque es muy poquito el compromiso veraz existente entre sus partidarios, más preocupados por el mantenimiento del conformismo burgués y el “lavado” de suis conciencias , y por pasar el tiempo jugando a hacer una supuesta política, que por aportar propuestas o ideas ciertamente valiosas.
No sería justo obviar, sin embargo, algunos logros significativos en los que el “15 M” tuvo una participación esencial, como la constitución de la plataforma PAH “perjudicados por la Hipoteca”, la participación activa en la paralización de algunos desahucios y la potenciación efectiva y práctica de la dación en pago, pero, es lo cierto también que un movimiento que centra su operatividad, casi exclusivamente, en aspectos meramente económicos, aunque tengan carácter social, no pueden tener futuro, ya que cualquier movimiento de carácter revolucionario debe de ser combativo en las ideas, y, por lo tanto, esencialmente político, beligerante en sus planteamientos y no pactista, por cuánto pactar, significa ceder, y ceder implica rendición, sin que pueda haber rendición cuando de lo que se trata es de recuperar los valores intrínsecos de la esencia humana .
La realidad, es que, actualmente, el ”15 M” está profundamente infiltrado y dividido gracias, sobre todo, a ese moscardón llamado “Democracia Real Ya” o DRY, organización sospechosamente tendenciosa, recientemente convertida en asociación sin ánimo de lucro, cuyo populismo ramplón se asemeja muy mucho al fascismo más rancio y que ha contribuido, desde el principio, a socavar las bases populares sobre las que se cimentó buena parte del “15 M”; pero que nadie se confunda, porque si las asambleas aparecen hoy casi vacías y muchos han sido los que lo han abandonado, es por la responsabilidad del “15 M”, cuyo valor inicial hay que reconocer, pero cuya ineptitud, incoherencia y carencia de metas posteriores es también obligado denunciar.
Llegados a esta tesitura, lo que se plantea ahora es si es o no posible recuperar el espíritu natural que dotó al “15 M” de un apoyo popular sin precedentes; personalmente, creo que, si pese a todo, el “15 M” ha sido capaz de sobrevivir en los barrios y a través de ciertos actos más o menos sonoros, es porque la fuerza inmanente de una parte de sus miembros ha permitido resistir en medio de la indiferencia general, una fuerza que no se puede despreciar y que, muy por el contrario, es necesario reconocer, potenciar y encauzar, de ahí que, quiénes podamos “ver” más allá de lo que pueden hoy vislumbrar los sectores más jóvenes del “15 M”, debamos asumir la responsabilidad de velar porque ese potencial transformador que, a buen seguro atesoran y que aún está por despertar, no se dilapide por culpa del hastío, el aburrimiento, la infiltración o la decepción.
No se puede tirar por la borda el deseo ferviente de muchas de estas gentes de cambiar la putrefacta realidad que los circunda, aunque no sepan como hacerlo y hayan arrojado su energía, hasta ahora, prácticamente a la nada; si el “15 M” retoma seriamente las bridas de su caminar, podremos contar con una fuerza revolucionaria cierta, para lo cual, y para evitar intrusismos indeseados que sólo confunden y desacreditan, el “15 M” debería afrontar seriamente su futuro sobre la base de una estrategia planificada que debería contemplar, para sobrevivir, la posibilidad de un cambio de denominación para que quiénes, más allá del romanticismo de un nombre que ya es historia pero cuyo espíritu pervive, puedan trabajar desde la certexza de un cambio real de las cosas.
Ha llegado el momento de radicalizarse, sí, entendiendo por tal la coherencia de la acción con un fin político transformador, todo lo demás son barbitúricos de la conciencia que no conducen a ninguna parte, como tampoco sirvieron para nada todos los frenos absurdos que a la libertad de expresión se pusieron en algunas asambleas y en no pocas propuestas que jamás, por ello, nunca llegaron a las comisiones fiscalizadoras, producto del control teledirigido y de la confusión interesada; cierto es que el debate debe de ser permanente junto a la acción, y que debe de canalizarse la diversidad ideológica para que no degenere en las continuas discordias y rupturas que ha provocado en su seno como consecuencia de no saber gestionar adecuadamente la disparidad; y cierto es también que cada uno lleva su ritmo y que no se puede pretender caminar todos al mismo paso, aunque sí en la misma dirección; lo que tendría que quedar muy claro es que toda acción, por pequeña que esta fuera, tendría que ser revolucionaria, esto es, no meramente reformista, sino netamente innovadora, y que negar tal evidencia, implica negar también cualquier deseo real de transformación y, por extensión, la renuncia a ser uno mismo, no cabiendo en un proyecto serio aquellos que ni siquiera estén dispuestos a plantearse un cambio real en su cotidiano vivir.
La clave radicaría en saber aunar, no a través de líderes, sino de los “conductores” que mejor sepan encauzar lo mejor de cada uno en pos de un bien común que tiene que empezar con nuestro propio ejemplo, rompiendo el silencio que atenaza de miedo nuestro vivir cotidiano y saber aprovechar la fuerza inmanente de una juventud rebelde que ha comprendido que no es posible seguir como estamos y que no necesitamos de los políticos, sencillamente porque la única política cierta es la asamblearia y nosotros sus únicos gestores legítimos.
Otra de las claves debería ser la superación de cualquier sigla, dogmatismo o adscripción para posibilitar una visión ateórica de la realidad, siempre buscando la verdad en forma de proyectos conscientes, abordándola desde la coherencia y el sentido común sin necesidad de poner nombre a las cosas que a los poco formados políticamente pudiera retraer, por ejemplo, lo que se vivió en las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades fue el asambleísmo anarquista que tanto temen los falsos politicastros y sus odiosos aparatos represivos y mediáticos, pues bien, pongamos en marcha los valores libertarios, sin siglas ni dogmatismos, pues lo que vale, a la postre, es la acción, y esa es la clave con la que el “15 M” debería levar anclas y rencontrarse a sí mismo, rechazando el apoyo o la ingerencia de cualquier estructira organziativa, por histórica o consolidada que éste pudiera ser.
Lo de menos ahora, es entretenernos en lo que se ha hecho mal, lo importante es hacer un análisis crítico alejado de toda complacencia como base de toda transformación regeneradora, donde juegue un papel fundamental la oratoria y un constante esfuerzo de formación autodidacta, con las que poder aprovechar estos tiempos convulsos que, en virtud del principio de la polarización, son también un tiempo de grandes oportunidades para recuperar la realidad integral del ser humano desde la “idea central de la revolución, equivalente a pensar un mundo cualitativamente diferente del actual y de un ser humano sustantivamente renovado”.
Sólo así podremos recuperar el “15 M”, cuyo valor principal fue abrir una puerta al despertar de las conciencias, y con él, un cauce necesario para la revolución irreversible que, más tarde o más temprano, no sin esfuerzo, sacrificio y sufrimiento, tendrá que llegar, pues nacemos libres y libres hemos de vivir, para lo cual habremos de presentar batalla en el campo de las ideas y preparar nuestra autodefensa como seres humanos frente a cuqkuier imposición exterior cuyo único fin es convertirno en seres nada.
Les dejo un tema musical waterboys-man-is-in-love-que-tema-mas.html